La farmacodependencia es una
forma particular de adicción que se deriva del consumo reiterado de fármacos,
es decir, de cualquier sustancia que sirve para prevenir, curar o aliviar la
enfermedad, o para reparar sus consecuencias. No se consideran
farmacodependencias las adicciones a las sustancias naturales que no han sido
manipuladas en el laboratorio, ni tampoco las que, habiéndolo sido, carecen de
finalidad curativa.
Los psicofármacos (tratan los
trastornos mentales) son los más susceptibles de causar farmacodependencia. Según
la función para la que fueron creados, los fármacos pueden dividirse en
diferentes categorías.
Los primeros corresponden a los
tranquilizantes mayores (neurolépticos) que son sustancias utilizadas para combatir
conductas psicóticas como la esquizofrenia, los procesos maniacos o la
depresión. También se emplean para el tratamiento de la farmacodependencia.
Otra clase de fármacos son los
tranquilizantes menores (ansiolíticos), aplicados para tratar algunas conductas
neuróticas. Son productos muy peligrosos ya que pueden llegar a producir un grave
síndrome de abstinencia.
Los farmacodependientes mezclan
dosis moderadas y altas de estos productos con bebidas alcohólicas para
potenciar el efecto de estas últimas. Un tercer tipo está compuesto por los
somníferos (hipnoticosedantes) entre los cuales los más conocidos son los
barbitúricos que empezaron a utilizarse como sustitutos cuando se prohibieron
los derivados opiáceos que se empleaban como sedantes.
Se trata de sustancias muy
adictiva, que crean gran dependencia física y graves síndromes de abstinencia.
Su uso, cada vez más restringido, está dirigido a combatir los trastornos
funcionales y el insomnio.
Otro modelo de fármacos que
producen dependencia son los estimulantes (anfetaminas y derivados) que
aparecieron en 1930 y se utilizaron durante la segunda Guerra Mundial para
proporcionar energía a los combatientes. Se utilizan para tratar los problemas
de obesidad, aumentar la capacidad intelectual, así como en el tratamiento de
los procesos depresivos y de la hiperactividad infantil. Estimulan el sistema
nervioso e incrementan el rendimiento intelectual, aunque tienen importantes
efectos secundarios. Aumentan los latidos cardiacos, intensifican la
respiración y elevan la tensión arterial. En cuanto a los efectos sobre la
conducta, hay que señalar que, a largo plazo, producen irritación e insomnio y
quitan las ganas de comer.
Por último, podemos destacar los
antidepresivos que pueden, a su vez, dividirse en dos grandes bloques: los
heterocíclicos, que son los más frecuentes y con un efecto limitado; y los
inhibidores de la monoaminoxidasa (IMAO), bastante más potentes. Los
antidepresivos han sustituido paulatinamente a las anfetaminas dado que ejercen
la misma función y sus efectos secundarios son menores. Si se pretende prevenir
la farmacodependencia, la mejor forma de prevención es seguir las indicaciones
y las aplicaciones para las que los productos farmacológicos fueron creados.
La dependencia de los productos
farmacológicos tiene un tratamiento similar a las restantes drogodependencias,
ya que las manifestaciones que producen estas sustancias son similares. Uno de
los sistemas para curar este tipo de dependencia es disminuir progresivamente
las dosis del fármaco para evitar el síndrome de abstinencia. Este sistema debe
acompañarse con otras medidas que lo refuercen.
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